Las danzas sagradas en círculo fueron una idea en el corazón de Bernhard Wosien en los años 70. Muchos hicimos eco de su llamado interior y la tarea de la paz a través del círculo en danza se abrió camino y formó su cuerpo. Las danzas nos permiten llegar a estados de profunda conexión con nuestra esencia individual y colectiva, son un vehículo de paz y sanación muy poderoso.
Su sencillez y espontaneidad hacen que sean accesibles a personas de todas las edades, más allá de las ideas, las creencias o la cultura.
La música del mundo, las danzas tradicionales y los movimientos arquetípicos nos conectan con las raíces de la humanidad y el inconsciente colectivo; compartir danzando en círculo nos contacta con la Tierra y con las dimensiones sutiles.
El movimiento de las danzas sagradas circulares surgió los años 70 en la comunidad de Findhorn, Escocia. Hubo un encuentro sobre renovación de la espiritualidad donde un profesor alemán de danza presentó la tradición de esos bailes. De allá para acá, incontables personas fueron tocadas por el rescate del que siempre nos hizo bailar juntos cuando celebramos la vida, la muerte, los ciclos de la tierra y de la luna, los encuentros, las despedidas.
Rituales del mundo entero, y de todas las etnias, originalmente reunían a las personas en un círculo. Con el pasar de los siglos el círculo se transformó en dos líneas, después comenzamos a bailar en pares y hoy bailamos solos. ¿Cuál sería el sentido, finalmente, de volver a bailar todos juntos?
Textos de internet responden que, aún cuando apenas se conozca a los que habitan en la puerta de al lado, bailar junto a ellos tiene el don de crear armonía rápidamente y sin necesidad de palabras. Que existe un poder en el círculo, en el grupo de personas que se dan las manos y se mueven juntas, en armonía con ritmos, melodías y pasos que sobrevivieron a los siglos. Que las danzas circulares restablecen sentimientos comunes a todos los seres humanos y por eso son tan transformadoras. Nadie necesita ser un bailarín profesional, basta entrar de corazón abierto para compartir ese rebosamiento de espíritu y de alegría.
Sonia Hirsch en libro "Não existe problema!", biográfico de Judith Munk, marzo de 2004